miércoles, 7 de enero de 2015

Juan Falú: “En el folklore hay una búsqueda sin ataduras”

Entrevista realizada en el domicilio de Juan Falú en el barrio porteño de San Telmo, una tarde calurosa de diciembre del 2013. Publicada el 17 de diciembre en Raíces del Folklore y en Boletín Folklore.

Juan Falú celebrará este sábado 21 de diciembre en el ND Ateneo sus 50 años como músico. Artista de bajo perfil y elevada estética toma como punto de inicio un recital que dio a los quince años en el Auditorio de la Caja de Ahorro de Tucumán - “el primer recital que recuerdo”- un 13 de diciembre de 1963. Atravesado por una época rica en lo musical, y agitada en lo político, debió exiliarse en San Pablo durante la última Dictadura Cívico-Militar, donde se refugió en la composición. En su regreso Falú editó su segundo disco y el primero como solista “absoluto”. Ese regreso Juan Falú lo marca como su segundo comienzo.

El lugar que ocupa Juan Falú en la música de raíz folklórica es indiscutible. Consciente de la línea que sigue y aunque se sonroja sabe que es uno de los grandes referentes para muchos jóvenes que siguen su mismo camino. Además del festejo, Falú seguirá presentando la serie de tres discos “Zonko querido” que compila gran parte de su obra. Para el espectáculo del sábado Falú confiesa que no armó todavía el programa de lo que interpretará, pero tiene bien claro quienes estarán como invitados y los nombra uno por uno. Ellos son: Liliana Herrero, Carlos Aguirre, Florencia Bernales, Marcelo Chiodi, Bárbara Streger, Ramiro Gallo, Rubén Lobo, Lilian Saba, Andrés Pilar y Juan Quintero.

- ¿Cuáles son los puntos de coincidencia fundamentales con estos artistas que usted eligió para este espectáculo?
JF: Sin dudas que todos tenemos una misma línea estética que tiene una atención, un cuidado por los arreglos que no siguen los formatos que impone el mercado, para mí además de ser una línea estética, diría que es una línea ideológica. Yo disfruto tocando con ellos porque tocamos muchas veces juntos, yo participé de sus discos, ellos de los que hice también.

- ¿Cree que en la música de raíz folklórica se están haciendo cosas interesantes?
Sin dudas. Los pibes - ¡no me gusta decir pibes porque les tengo un respeto como músicos! – para mí ya son unos artistas cabales, completos. Pero además los jóvenes que conozco viajando, porque por suerte siempre tengo vínculo con los jóvenes, son muy buenos en todo el país. Lo que ocurre hoy a nivel de la música folklórica en esta tendencia es realmente extraordinario, es un momento muy bueno. Es impresionante lo que hay y creo que en el campo de la música de inspiración folklórica hay más creatividad que en otros, estoy seguro.

- ¿Por qué?
El rock, para mí, tiene una estética que se mantiene fiel a sí misma. Yo escucho muy poco rock pero me da la impresión de que en el rock a veces es más importante lo que se dice en la letra y cómo se lo dice: al estilo del rockero, con su énfasis, con su estética. En cambio en el campo al que nos estamos refiriendo (raíz folklórica) hay mucha preocupación por la composición musical, por el arreglo en su composición, por elementos contrapuntísticos, por progresiones y sustituciones armónicas, musicalmente hablando es un camino bastante más elaborado y que no tiene ataduras porque yo siento que en el rock, inclusive en el tango, hay como una obediencia a ciertos cánones estéticos. No son muchos los grupos de tango que se animen tanto a esta experimentación, aunque los hay y muchos que tienen una personalidad propia y una búsqueda, pero en general uno escucha pero por decisión de los propios músicos un apego a determinadas líneas estilísticas, así como en los 90 todo sonaba como Piazzolla, después todo como la Guardia Vieja y ahora los arregladores trabajan según esas líneas: la línea de Julián Plaza, la línea de (Osvaldo) Pugliese, la línea de (Aníbal) Troilo o los guitarristas sobre todo la línea de (Carlos) Grela. En cambio en el folklore hay una búsqueda sin ataduras, uno puede encontrarse músicos que rompen formas, que reemplazan armonías con diversos resultados, pero es curioso que en el terreno de la música que supuestamente es más tradicional aparecen elementos de renovación más frecuentemente.

- Sin embargo, en el imaginario popular el folklore sería lo más conservador, lo más tradicional, ¿por qué cree que es así?
En nuestro país las músicas tradicionales fueron siendo reinterpretadas permanentemente y también hay artistas, entre los cuáles me incluyo yo, que buscan o sino les sale naturalmente navegar entre las dos estéticas: la de ayer y la de hoy, a veces dentro de un mismo tema. Para mí eso es muy hermoso como músico y como compositor y también como intérprete porque hay modos a la antigua de tocar que son muy fuertes, sonoridades tradicionales. Es muy muy hermoso que dentro de una misma composición aparezcan frases musicales no tradicionales y que se puedan integrar a una frase que remite a un modo muy pero muy tradicional, eso me ocurre mucho con la zamba.

- ¿Con la zamba? Háblenos de la zamba…
La zamba tiene un vuelo que es muy difícil de describir en palabras, tiene un vuelo en todo sentido y en lo musical también. Esto que estoy diciendo es uno de los grandes logros del Cuchi Leguizamón, tener dentro de un mismo tema sonoridades nuevas al lado de sonoridades muy pero muy antiguas que suenan como copla de baguala o intervalos bagualeros en las melodías y eso también es algo que fluye, si uno lo planifica no sale tan bien. El que conoce las raíces, las identidades musicales y tiene herramientas para usar lenguajes nuevos naturalmente se mueve entre los dos, es el ejemplo de Juan Quintero o Carlos Aguirre.

- ¿Es frecuente ver eso en otros países?
Eso no se da en todos los folklores, hay folklores que se mantienen en un estado más de quietud y eso también es una condición, es decir no es malo, es una cualidad y la renovación es otra cualidad. No sé porque es, me parece que puede ser porque hay una fuerte clase media en la Argentina que viene con informaciones de otros lenguajes, accesos a otras culturas. No es lo mismo un país que tenga 70% de población originaria y muy poca clase media, ahí obviamente que se va a mantener muy fuerte la esencia de un huayno en el Perú, de un takirari en Bolivia.

¿Usted cree que estas tendencias que integran la renovación y la tradición naturalmente se está acentuando ahora o en aquellos años de sus inicios, por los 60, ya se venía dando?
En los 60 se da fuerte. Los que teníamos un afán de ser músicos adoptamos el folklore pero antes que eso amábamos la música, sólo que adoptamos el folklore como el lenguaje que elegimos para decir algo, primero hay un amor por la música. En el camino ese normalmente uno, en aquellos años, tenía opciones dentro de la polarización que había entre la renovación y la tradición, y la opción era por la renovación. En cambio el que venía del folklore su opción era el folklore y después hacerse músico. Era ponele: Los Chalchaleros o Los Fronterizos, Yupanqui o Eduardo Falú, era así y era lo mismo que Boca-River, el país estaba polarizado.

Aquellos años de formación de Juan Falú eran nada más y nada menos que los ’60. Falú recuerda las peñas y la bohemia en Tucumán. “Había un lugar que yo frecuentaba se llamaba El Alto de la Lechuza. Era como para mí tenía que ser una peña, en las mesas se cantaba o se escuchaba poesía y todos los demás escuchaban, fluía la música y la poesía y había una gran atención, era algo intimista.” También Falú recuerda que había mucha información musical: “escuchábamos mucho jazz por ejemplo John Coltrane, Dave Brubeck, Gerry Mulligan, teníamos una formación clásica y grandes grupos que aparecían renovando el folklore como Los Andariegos, Los Nombradores, Buenos Aires 8, un fuerte movimiento vocal que nosotros escuchábamos mucho, además yo tenía un conjunto vocal: Las Voces del Tukma, entonces los escuchaba mucho. Pero para mí el principal referente, el maestro era Eduardo Falú. En esa época también salieron Los Beatles, había mucho movimiento, pero para mi pasaba más por el folklore, no estudié o estudié poco porque era medio vagoneta, a mi me gustaba disfrutar de las tocadas con amigos y hacer arreglos con ellos”.

Precisamente nombró a Eduardo Falú ¿Alguna vez le pesó el apellido?
No. Eduardo Falú era un gran guitarrista, y claro, mi padre quería que toque como mi tío por lo menos – mi padre es el hermano de Eduardo Falú – y eso sí te puedo decir que era una gran exigencia, porque Falú era la excelencia para mí, algo sublime, pero todo eso sirvió para formarme.

Y desde aquel recital en el Auditorio de Caja de Ahorro de Tucumán al primer disco pasan varios años…
Sí el primer disco fue grabado en el ’82. Era un disco compartido con un brasileño llamado Déo Lopes que era un cantautor, es un disco de los dos. Yo lo considero el primer disco porque tengo una participación importante. Ese fue editado en Brasil se llamaba “Canticorda”.

Que su primer disco haya sido editado en Brasil no es casual. Juan pasó los años de la Dictadura exiliado en San Pablo en donde compuso muchísimo: “interiormente estaba vinculado al folklore porque empecé a componer a lo loco. De alguna manera estaba vinculado pero como un ejercicio interior.” Por eso, luego de las oscuras épocas del país y a su regreso y el de la democracia grabó su segundo disco y el “primer disco solista pleno” como dice él, “Esta guitarra que tengo”: “Ese disco me abre el camino que recorro hasta hoy. Es decir, se podría hablar de un segundo inicio con el regreso después del exilio.” En este “segundo inicio” la profesión de músico ya era la elegida definitivamente: “Cuando regresé al país yo me había recibido de psicólogo, había trabajado alguito de psicólogo y al regresar ahí sí asumo que la guitarra va a ser mi única profesión.”

Y así llega este espectáculo y esta serie de discos que recorren gran parte  de sus composiciones, aunque en estos discos se lo escucha a Juan Falú cantando: “eso era un mandato interior y también un pedido de mucha gente porque me acabaron convenciendo de que un compositor tiene que interpretar en su propia voz, además si no hacía eso iban a estar a la espera de que alguien las cante, en cambio ahí están todas a disposición de quién quiera escucharlas o cantarlas.”

¿Fue un proceso divertido el de cantar sus propias obras?
No. No porque en el estudio se desnudan las limitaciones: una ronquera o una nota mal puesta, todo eso sale y yo no lo soporto, así que repetimos.

¿Tuvo que corregir mucho los temas?
Yo no puedo repetir mucho los temas en el estudio porque me quedo sin voz, entonces era todo un problema, por eso me costó realmente, pero ya está. Lo mejor es grabar en vivo y que salga con ciertas desprolijidades pero sale todo mejor puesto: mejor puesta la voz, mejor puesta la guitarra, salen mejores sonoridades.

Así como habló de la renovación y la tradición, también a veces se separa entre lo académico y lo popular, ¿es real esa fragmentación?
Hay un modo académico de hacer música y hay un modo popular, eso sin duda existe. En los conservatorios recién en los últimos años están como abriéndose a las músicas populares pero eso no quiere decir que se integren dentro de la institución los lenguajes, se hacen talleres o carreras como en el Manuel de Falla, pero no necesariamente un ida y vuelta con las carreras clásicas, sería bueno que eso ocurra con el tiempo. Ahora lo que sí hay es mucho músico que tiene formación académica y empieza a entender la estética de la música popular, eso es muy auspicioso.

Por Pablo Piris

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