martes, 27 de enero de 2015

Bebe Ponti: "Jacinto es un milagro porque modificó aspectos de la música popular argentina".

Entrevista realizada a mediados del 2012, en un café de Belgrano R. Publicada en Raíces del Folklore en esa misma fecha.

Este año salió a la luz el libro “Jacinto Piedra x Bebe Ponti” escrito justamente por el poeta y escritor nacido en Quimilí. En este libro el autor relata en forma de diálogo la vida de Jacinto Piedra y su relación con él. Recuerda los momentos en que se conocieron, sus primeras obras en conjunto y aquellas que se inscribieron en la historia del folklore argentino. También hace un repaso por aquella década del '80 en la que convivieron, agregándole un contexto socio-político al texto y las visiones que Jacinto tenía del arte. Íntimo y revelador el libro viene a ocupar un espacio necesario dentro de la construcción histórica del folklore.

Adolfo Marino “Bebe” Ponti ha publicado libros de poemas, pero también es reconocido por su aporte al cancionero popular argentino. Posee más de 70 temas grabados por artistas como Mercedes Sosa, Peteco Carabajal, Horacio Banegas, León Gieco, Los Manseros Santiagueños, Ariel Prat, Luis Salinas, el Chaqueño Palavecino, entre varios. Ahora hace este aporte significativo al folklore con su libro: “Jacinto Piedra x Bebe Ponti” del cual participa en la coautoría la Licenciada en Letras Silvina Damiani; “El aporte de Silvina ha sido muy importante. No es un libro totalmente mío, es un libro prácticamente escrito de a dos, en coautoría con Silvina. Ella se tomó el trabajo de desgrabar catorce horas de charla y de compaginar el libro, un trabajo arduo.”

“...Revolucionario, política y artísticamente, es y debe ser siempre todo artista verdadero, cualquiera que sea el momento o la sociedad en que se produce”.

Con esta frase del poeta peruano César Vallejo comienza el primer capítulo del libro en cuestión, un capítulo que se titula “Encuentro” y que narra el mismo entre él y Jacinto. La frase es reveladora y anticipa en gran medida uno de los ejes principales del libro.

- El libro empieza con una frase de Vallejo que habla del fin revolucionario del arte, ¿aquel encuentro con Jacinto se da porque ustedes dos tenían esa concepción revolucionaria del arte?
Indudablemente. Yo venía de una lectura de Vallejo que decía que el arte es revolucionario, cuando lo conozco a Jacinto veo en él a un transgresor, porque revolucionario es aquel que transgrede la realidad, también es aquel que va a romper la realidad para crear una realidad nueva. Me parecía que Jacinto implicaba una revolución sobre todo para el ámbiente folklórico donde yo como santiagueño me movía. Él era diferente hasta en la forma de vestirse y esa vestimenta implicaba de alguna manera el protestar, el estar en contra de algunas cosas que tienen que ver con la expresión libre de los seres humanos, de manera que cuando lo conocí me sentí totalmente identificado con Jacinto y por eso creo que Jacinto también encarnaba lo que decía Vallejo a propósito del arte. Después cuando escuché sus canciones me di cuenta que era un joven que además de mostrarnos una forma diferente de vestir tiene una concepción del arte revolucionaria, en el sentido que cuestionaba los poderes establecidos. Había otros artistas que estaban en la misma senda pero esos artistas estaban prohibidos, no podían cantar, venían con una historia pasada, en cambio también en Jacinto estaba la novedad que aparecía de cara al futuro. Jacinto era la esperanza.
Esos primeros encuentros se dieron bajo el régimen militar, allá por 1982, y si bien la Dictadura venía debilitada y se vislumbraba una esperanza de cambio, aún eran tiempos difíciles para la libre expresión y el compromiso social.

-                   ¿Cómo era moverse en esos años con un mensaje libertario bajo el régimen de un gobierno militar?
Para mí fue muy difícil porque yo venía de una militancia política y desde luego que no estaba exento del terror que implicaba vivir bajo ese régimen, tengo un hermano desaparecido. Venía de militar en la Unión de Estudiantes Secundarios, de adherir al Peronismo Revolucionario, de manera que para mí era muy difícil porque estaba pensando permanentemente que me podía pasar algo como a cualquier otra persona que tuviera un compromiso político. Moverse en esa época generaba sensaciones extrañas: por un lado uno era víctima del terror, víctima del sentido de autocensurarse, de cuidarse; pero por otro lado ya se avizoraba que esa dictadura estaba en retirada, estaba en caída, que era necesario vencer al miedo para expulsar al terror, desde esa perspectiva mi amistad con Jacinto se incluye en ese contexto histórico y desde luego que sentíamos el peso de vivir en un país gobernado por una dictadura criminal e ilegítima pero tratábamos de no autocensurarnos, tratábamos de manifestarnos con total libertad, de reclamar y participar inclusive de las movilizaciones populares que se realizaban. Algunas veces asistimos a la ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo que ya estaba instituida, de manera que convivíamos con ese momento histórico de la mejor manera: denunciando a la dictadura y al mismo tiempo haciendo arte, dedicando la libertad que implica decir un poema, una canción. Por entonces en Buenos Aires había un período muy lindo por otra parte porque había estado la experiencia de teatro abierto, de poesía abierta, las Madres de Plaza de Mayo le habían ganado totalmente la plaza a la dictadura, los jóvenes se expresaban, se manifestaban pero la dictadura seguía secuestrando, seguía torturando, seguía matando y silenciando, pero no pudo finalmente.

-                   ¿En ese contexto el arte era un canal importante para manifestarse?
El arte era un canal importantísimo. La mayoría de los jóvenes que no se expresaban políticamente por distintos motivos, se expresaban a través del arte, ya sea en producciones personales, caseras, en canto, haciendo recitales en las plazas. Se empezó a ganar las plazas, ya aparecía nuevamente el rock con recitales en Obras Sanitarias donde la gente cantaba consignas, aparecían boliches, canto-bares, peñas donde todo el mundo comenzaba a expresarse y el arte canalizaba gran parte del descontento popular contra ese régimen ominoso que padeció nuestro país. Los jóvenes se manifestaban atípicamente. También aparece una gran movida con lo que va a ser un rock que se instituye, la movida de Sumo, Virus, V8. Nosotros con Jacinto llegamos a conocer todo eso porque íbamos al bar Capricornio que está ubicado en la Avenida Córdoba entre Paso y Pueyrredón y al lado estaba Einstein y ahí tuvimos la suerte de ver a Sumo, de frecuentar inclusive a Luca Prodan, de ver a V8, a Iorio y a otras agrupaciones de rock nacional.

-                   En el libro hace mucho hincapié en la ruptura que provoca Jacinto desde la vestimenta en el folklore, lo llega a definir como “indio beatnik” y en un momento dice que tenía una “desprolijidad producida”. ¿Él era así o además buscaba acentuar esa imagen?
Jacinto era un provocador. Un buen revolucionario debe ser en el mejor sentido de la palabra un provocador para decir “hay otra realidad”, que era lo que buscaba. Jacinto era realmente así, tenía una vestimenta totalmente atípica para las movidas folklóricas, para todo lo que fuera la naturalidad de los cantantes de folklore. Generalmente el folklorista era una persona más estructurada, más acartonada. Cuando se presentaba un show lo hacía con bombacha y botas, o con algún traje, o con su chaleco. Esto no implica hacer un juicio de valor, implica hacer un juicio sobre el cambio de época, Jacinto marca un cambio de época, marca un antes y un después. Ese antes y después no solo tiene que ver con la propuesta, con el mensaje y con la belleza de su voz sino también tiene que ver con la forma que él se presenta al mundo folklórico: los colores que usa, los pantalones rojos, las zapatillas “All Stars”, las camisolas y eso tiene que ver con la novedad que va a traer Jacinto que es el “hippismo” como filosofía, como doctrina, como corriente, no el hippismo como algo peyorativo. Jacinto es el primero en incorporar la filosofía hippie al folklore. La filosofía hippie tiene que ver con lo que después va a manifestar en sus canciones: el concepto de la paz, con pensar en que la violencia no debe ser la partera de la historia, pensar en que la naturaleza es la gran compañera del hombre. Un concepto “pacifista”, “ecologista”; pensar en que el hombre debe ser libre, debe ser libre en su forma de mostrarse, en su vestimenta, en el concepto de la experimentación con sustancias, el pensar que a las mujeres se las debe respetar, denunciar el machismo, pensar en un concepto de amor libre. Todo eso era el “hippismo”, eran novedades para el folklore.

-                   En el libro dice que Jacinto incorpora como temática en las canciones cuestiones que vienen de pensamientos andinos y que a su vez incorpora en sus canciones realidades urbanas...
Jacinto venía de una experiencia muy fuerte de Bolivia y Perú. Él ahí incorpora pensamientos vinculados a la naturaleza y al “indigenismo”. Algunas veces me decía: “Bebe quién no camina descalzo por las piedras de Latinoamérica jamás va a saber lo que es esta Nación Latinoamericana”. También de esa zona incluye muchos ritmos como los huaynos que después van a acompañar sus propuestas en “Niños del mundo”, “Juan el hornero”. Hay una mirada indigenista también del folklore en Jacinto que no se reduce solo a Santiago del Estero sino también a un pensamiento más Latinoamericano. Esa experiencia fue trascendente a la hora de cristalizar el Jacinto Piedra folklórico, porque él más que nada me parece que tenía pensado formular su propuesta dentro de lo que es la música progresiva, que era la música que en realidad la que más le gustaba, ese viaje a Bolivia y Perú finalmente lo termina llevando al folklore como su género de expresión.

-                   Otra de las cuestiones que usted destaca de Jacinto es su voz, inclusive dice que “después de Mercedes Sosa es la mejor voz que escuchó”...
Indudablemente, en eso estamos todos de acuerdo. Jacinto era dueño de una voz bellísima, única. Tenía un color, un matiz tan especial que hacía que cualquier persona que lo escuchara quedara prácticamente hechizado, era una voz que impactaba dentro del corazón. El Chango Farías Gómez lo define muy bien, dice: “cuando lo escuché yo buscaba una voz que tuviera el color de la tierra y la de Jacinto Piedra era tan bella y tan original como la propuesta que yo pretendía para MPA (Músicos Populares Argentinos). Su voz tenía el color de la tierra, tenía el fervor y la herida de la tierra”. Para mí, después de Mercedes Sosa, la de Jacinto fue una de las voces más bellas que dio el canto argentino. Era un tenor, una voz por momentos lastimada y por momentos parecía una seda, ésa es la metáfora con la que pude describir este tenor.

-                   A pesar de todas estas condiciones a favor que poseía Jacinto, le costó hacerse un camino...
Muchísimo, Jacinto no llegó a ser reconocido en vida, salvo con Santiagueños, pero Santiagueños era un trío que llega a ser consagración de Cosquín y todo el país comienza a mirar Santiagueños, pero Jacinto no tuvo un gran reconocimiento en vida. Sí había una intuición de su voz, pero creo que eso se debe a que Jacinto estaba mostrando una novedad, un mundo diferente, Jacinto estaba abriendo las puertas de una estrella nueva para mirar el Universo y sentir el Universo desde otro lugar, de otra manera, y es sabido que todos nos resistimos a conocer algo nuevo, siempre hay temor a la novedad y Jacinto era la novedad en todo sentido: en las manifestaciones más amplias y en las manifestaciones más cerradas.

-                   También dice que “Jacinto tenía una actitud acelerada ante la vida”...
Sí, eso a mí me llamó la atención siempre y creo que Mercedes Sosa lo pudo distinguir con mucha claridad porque dice: “Jacinto era un alma apresurada con una voz llena de belleza”. A mí cuando Mercedes me dijo eso me llamó poderosamente la atención porque era la misma sensación que yo tenía. Él siempre estaba apurado, no podía estar quieto. Inclusive hay en su ritmo una velocidad, modifica el ritmo de la chacarera. A partir de Jacinto la chacarera se hace mucho más veloz. Los ritmos folklóricos sobre todo los santiagueños: chacareras, gatos, escondidos, adquieren mayor velocidad y también en el canto más intensidad. Hasta ahí se refleja su apresuramiento.
En la carrera artística de Jacinto Piedra, sin lugar el poeta santiagueño y autor de este libro Bebe Ponti ha sido un socio ideal. Pero además de su camino como solista, Jacinto fue parte de aquel legendario MPA dirigido por el Chango Farías Gómez y de Santiagueños, un trío que compartió con Peteco Carabajal y Juan Saavedra nada más y nada menos.

-                   ¿Cuánto influencia MPA, el Chango Farías Gómez y Santiagueños en la carrera de Jacinto Piedra?
Muchísimo. Yo digo utilizando una metáfora religiosa que siempre va a parecer una “Santísima Trinidad” en la vida de Jacinto. Por un lado vamos a tener a Jacinto Piedra como solista, MPA y Santiagueños, que son tres formaciones, él en sí mismo y dos formaciones de las cuáles él participa. Y después podemos hablar de otra “Santísima Trinidad” que es el Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal y Jacinto Piedra, yo creo que no habría Jacinto Piedra ni Peteco Carabajal tal como son sin el Chango Farías Gómez, de manera que ha tenido una suerte de Santísima Trinidad perfecta, hay un padre que se proyecta en las figuras de sus hijos que puede ser Jacinto y Peteco, y los hijos que proyectan la figura de ese padre que es el Chango Farías Gómez. El Chango tiene una gran incidencia a la hora de pensar en Jacinto Piedra, de pensar en la propuesta de Jacinto Piedra y de pensar en la influencia de Jacinto en el folklore argentino, porque cuando ellos pasan por la experiencia de Músicos Populares Argentinos adquieren un conocimiento musical que se los da el Chango que sin esa participación en MPA hubiera sido imposible y que después la proyectan tanto como en su vida como en la formación de Santiagueños. De alguna manera para sintetizar tanto Jacinto como Peteco son la proyección del Chango.


-                   Y así como el Chango Farías Gómez ¿Tenía otros referentes en lo autoral y en lo musical Jacinto Piedra?
Jacinto tenía muchos referentes. Le gustaba mucho la poesía, le gustaba que le recitaran poemas. Conmigo frecuentaba los ciclos de los cafés literarios, Buenos Aires tiene una gran tradición en cafés literarios, la primera época que nos conocimos, esa época de la dictadura que nos pasábamos de peña, de algunas movilizaciones populares, a la noche a veces terminábamos en algún ciclo de poesía donde escuchábamos naturalmente a los poetas argentinos recitando sus poemas y él a veces cantaba. A mi me llamaba la atención que en círculos donde se desdeña a veces de lo folklórico, de la música, que Jacinto tuviera tanta aceptación. Les gustaba mucho la voz de este “indio” que parecía un “beatnik norteamericano”.

Justamente “indio beatnik” es una de las definiciones que en el libro incorpora Bebe Ponti sobre Jacinto Piedra, sobre esto comenta: “tenía que ver con el movimiento literario de Estados Unidos, el último gran movimiento cultural que yo siempre lo emparenté a Jacinto en este movimiento porque me parecía que el encarnaba ese hippismo: la música, la poesía y la libertad que pregonaba el movimiento Beatnik, es decir los postulados filosóficos de los beatnik norteamericanos que se puede resumir en un poema del gran Allen Ginsberg que es Aullido. Los beatnik fueron los verdaderos y últimos hippies de la historia, por eso lo emparentaba, Jacinto era un “indio hippie”, era un indio porque tenía toda la figura del indio. Había algo que me llamaba la atención, los beatniks hacían una cierta apología al orientalismo y Jacinto tenía algunos resabios orientales, tenía unos bigotes y una barba muy rala que prolongaban en su rostro una figura muy típica del arquetipo del indio milenario, pero un indio hippie”.

De aquel encuentro, de las vivencias en Quimilí, del contacto con los campesinos y de esos momentos de bohemia en Buenos Aires, surgieron obras que se verían cristalizadas en el primer (y único) disco solista de Jacinto Piedra “El incendio del poniente”.

-                   ¿Con el incendio del poniente incorporan nuevas temáticas a la música santiagueña?
Mirá, yo no sé si el Incendio del poniente es una gran canción, sí sé que es un tema diferente, que tiene una textura diferente y tiene una poética diferente. El Incendio del poniente lo hicimos cuando llegamos a Quimilí y yo le mostré un atardecer santiagueño gigantesco, un sol que parecía un disco enorme o un hombre que la preñaba al revés a la tierra, un hombre de fuego y que los tallos emergían como si fueran maderas de fuego que salían de la tierra y los árboles y las hojas en llamas, todo lo que implica un atardecer, hasta las nubes como sedas incendiadas en el cielo, en el aire, los pájaros, las alas de los pájaros volando con movimientos de humo, de llamaradas. Yo le digo “de este incendio de los campesinos guarda una chispita para encender el día y alumbrar sus sueños”. Yo le llamo el incendio del poniente, bajo el hechizo, el influjo de este atardecer he crecido yo. “Ese es el título que quiero para mi canción” me dice; y desde luego que cuando yo pensé en la canción la pensaba desde la mirada del campesino, que no es el mismo campesino de ahora, porque en esa época no estaba la soja, era un campesino sufrido, no hablaba del dueño de las tierras ni el dueño de las vacas, hablaba del otro campesino, el que tenía su chacra, en ese entonces un tipo con 500 hectáreas en Santiago del Estero vivía apenitas, era muy sufrido. Entonces escribía de ese campesino que sufre mucho e inclusive al día de hoy sigue sufriendo, por lo tanto es una canción social, es tan social que cuando empiezo la canción me tomo la licencia de sacar un verso de Carlos Puebla del tema dedicado al Che Guevara (Hasta siempre), “Viene quemando la brisa”. “Viene quemando la brisa/ en el azul del silencio / y se levanta la tarde/ en las melenas del fuego” digo yo, y la otra dice: “Vienes quemando la brisa/ con soles de primavera/ para plantar la bandera/ con la luz de tu sonrisa”. Claro y no podíamos decirlo literalmente porque estaba la Dictadura militar, fue un mensaje subliminal, acá estamos hablando de otras cosas, estamos hablando de un paisaje, pero también del campesino oprimido como parte de ese paisaje.

-                   Justamente, en el libro lo menciona en algunas ocasiones... ¿Cuánto se identificaba Jacinto con la figura del Che Guevara?
El Che siempre fue identificado como un símbolo de libertad. Jacinto lo identificaba como un referente a seguir en cuanto a su mensaje de libertad, no sé si en cuanto a su método pero el Che excede a su método. Jacinto no adhería tanto a la violencia revolucionaria, el Che está más allá de la violencia revolucionaria, el Che es una figura que encarna la libertad. El Che es como Cristo, digamos para el imaginario social, inclusive para aquel que ni siquiera sabe quién es el Che y lo lleva en su remera, es una figura que siempre simbolizó la lucha por la libertad y Jacinto no estaba exento de esa significación, él siempre habló muy bien, con mucho cariño, con mucho amor. Inclusive me contó que en Bolivia fue tras los rastros del Che, no para enarbolar ese método de lucha porque Jacinto era un pacifista y el Che pensaba que los cambios se tenían que dar desde la violencia popular, revolucionaria, Jacinto en cambio pensaba que el cambio tenía que darse pacíficamente.

-                   En el final del libro sostiene que “Jacinto fue un milagro”
Indudablemente que un joven que pasa tan rápido y deja un mensaje tan fuerte que va a incidir en algunas de las modificaciones que tuvo el folklore en adelante, es porque de alguna manera ha sido un milagro porque el pueblo lo ha tomado así, es decir no es un mito que lo genera el Bebe Ponti, éste es un mito creado por el pueblo santiagueño por las 50 o 70 mil personas que lo fueron a despedir cantando y llorando. Es un mito que también escenifica a la libertad, el cambio. El Bebe Ponti en todo caso es simplemente un cartero de ese mensaje, de ese milagro. Yo lo único que estoy haciendo es llevando en mi lenguaje, con mi libro simplemente un resplandor más de este mensaje de este milagro que fue Jacinto Piedra. Jacinto es un milagro porque modificó aspectos de la música popular argentina como es el folklore.

-                   La narración está escrita de manera dialogal, ¿Por qué eligió esta manera?
Porque me parecía que la mejor manera de recordar a un amigo era desde lo hablado. Es como cuando uno se sienta en la cocina de su casa a recordar a un familiar querido que se ha ido, a un amigo, siempre lo hace con un matecito, entonces me parecía que iba a ser mucho más rica la construcción desde lo parlamentado, es un libro oral. Inclusive tiene muy poca corrección de estilo, yo me despachaba como estoy hablando así como con vos ahora y salían inclusive perlitas que nacen de la remembranza, de lo evocativo, porque no deja de ser un libro evocativo, si bien también es un libro que a medida que pasa el tiempo se va convirtiendo en una suerte de manifiesto sobre todo para los jóvenes porque todo el mundo lo quiere tener.

-                   Evidentemente hacía falta...
Evidentemente el libro este vino a cubrir un vacío, yo jamás lo pensé. Un vacío que tiene que ver con que el libro fue publicado por varios motivos. Primero porque Jacinto ha sido mi amigo. Segundo porque él ha sido el que me ha fundado como poeta de la canción a través del Incendio del poniente, el primer tema que yo escribo. Y tercero, y fundamentalmente, porque yo no quería que se perdiera un eslabón muy importantísimo de la historia del folklore argentino, porque pienso que la canción tiene memoria y no se podía perder este eslabón, es un fuego que no se tiene que apagar.

-                   ¿Cree que ese legado de Jacinto Piedra se ve reflejado en el estilo de los jóvenes que hacen folklore en la actualidad?
Uno de los aspectos que va a distinguir a Jacinto de los otros artistas del folklore es que genera una escuela, una corriente, una estética en la forma de cantar, inclusive tomada por algunos artistas consagrados. Muchos jóvenes toman de esa escuela que ha dejado Jacinto Piedra, de eso no tengo dudas. Esa forma de cantar, tal vez no tengan la belleza de cantar que tenía Jacinto pero esas son las escuelas, las escuelas dan alumnos que a veces superan a los creadores de esas escuelas y otras veces se quedan en el intento. Jacinto es el padre de una corriente estética que tiene mucha influencia en el folklore.

-                   ¿Nota artistas jóvenes que buscan en la vida y obra de Jacinto una fuente de inspiración para mostrarlo como un exponente del folklore?
Hay muchos que están en la búsqueda, y creo que sí, hay una coincidencia colectiva de la mayoría de los artistas jóvenes, de los conocidos y los que no, de tener a Jacinto Piedra como una fuente de inspiración y como una bandera que representa la vocación libertaria de los jóvenes artistas que cantan y bailan folklore. Jacinto es una bandera de lucha, una compañía en los momentos de dificultades, es un lugar a la hora de pensar en arte, a la hora de resignificar esa hora, porque creo que está la tarea tremenda para una generación nueva de reformular en otro contexto, creo que hay muchos jóvenes que lo están haciendo con mucha dedicación, con mucha experimentación y que indudablemente van a lograr decantar en esa escuela “jacintiana”, en una escuela nueva, en una forma nueva, en varias no en una, de cantar, de decir, la reformulación de lo que ha dejado Jacinto. Están trabajando muchísimo los jóvenes en eso, tendrían que indagar más sobre aspectos que son importantes, que se está descuidando un poco que tiene que ver con la poética, con la poesía, tomar a nuevos poetas, que le presten atención a otros jóvenes que están escribiendo. Además tienen la obligación de buscar, y tienen muchas cosas a favor, el joven la impunidad: cuando uno es joven se puede tomar la licencia de cometer un pecado de juventud, así que yo los animo a seguir experimentando y también los animo a seguir buscando en Jacinto Piedra u otro gran artista popular que es Horacio Banegas, un tipo que está dejando una escuela, ojo con Horacio, porque hay mucha formulación novedosa en la propuesta de Banegas, e indudablemente en Peteco Carabajal.

En referencia a los jóvenes agrega: “Yo los invito a que crean en el arte, a que investiguen, que estudien fundamentalmente, ya quedan pocos espacios para las improvisaciones. Un buen artista tiene la obligación de formarse, aunque trabaje hacer el sacrificio, ir a una Academia de arte con un profesor, a una escuela de música. Un joven que escribe también de leer, de estudiar.” Por eso, también afirma siguiendo aquella enseñanza que tal vez haya aprendido de Mercedes Sosa: “quiero escuchar las canciones de los jóvenes. Creo mucho en la juventud. En la juventud reside la luz del cambio. El joven es un manojo de luz que está iluminando siempre un camino nuevo, una huella nueva y es el que tiene la llave del sol para abrir las puertas de la oscuridad.”

Extensas conversaciones se entremezclan mientras los cafés se enfrían: el folklore, la política, el periodismo, los espacios culturales y la poesía fundamentalmente se hacen parte de del diálogo. En todo esto es importante destacar un pensamiento que da lugar a un interesante debate: el lugar postergado de los autores en la música folklórica argentina y la música en general: “Está muy desvalorizado el lugar del autor, se desconoce a los autores de las canciones. Una canción está compuesta por una letra y por la música. A veces quiénes hacen las letras quedan en el olvido. Los grandes medios no los dan a conocer y tienen bastante que ver, ¿has visto alguna vez notas en los diarios a Ariel Petrocelli, a Lima Quintana o a autores de ahora?, prácticamente no tienen espacio, por eso el público y los cantores los desconocen, no los nombran, ese es un gran problema que tenemos en nuestra canción, porque también de esa manera se va perdiendo la poesía, la búsqueda de la palabra, de embellecer con la palabra.


Entre varios proyectos Bebe adelanta el lanzamiento de un libro escrito en coautoría con el poeta santiagueño ya fallecido Felipe Rojas, una obra de teatro que tiene como tema un mito popular de Santiago del Estero: “estamos por lanzar un libro que tiene que ver con un mito, con una leyenda santiagueña, un libro que fue escrito hace mucho tiempo en coautoría con el gran Felipe Rojas, un poeta que nos ha dejado el año pasado pero que también ha dejado un legado de canciones y poesía. En este libro que es un relato novelado sobre la leyenda del kakuy donde le damos una visión muy personal que tiene que ver con el incesto y los mitos como normas que se instituyen en leyes, más que nada una novela romántica.”

Por Pablo Piris
Foto: Rubén Gobetti

No hay comentarios:

Publicar un comentario